Para mas información llame a: 305-274-6148
o escribanos a:
usdelegation@claretiansisters.org

Follow Us On:
facebook twitter

 

 

 

 

 






Las Misioneras Claretianas nacimos a mediados del siglo XIX en unos momentos muy difíciles para la Iglesia.  Nuestros fundadores San Antonio María Claret y la  Venerable Madre María Antonia París sentían una gran preocupación por la renovación de la Iglesia.  Para ellos esa renovación consistía en “poner en pie el Evangelio,” frase que para ellos significaba buscar ser más fieles a Cristo en la vivencia de los consejos evangélicos de pobreza, obediencia y castidad, de manera especial viviendo con radicalidad la pobreza y la caridad, trabajado incansablemente por anunciar la Buena Noticia del Evangelio.  El Señor les pide fundar una orden nueva, pero no nueva en la doctrina, sino nueva en la práctica.

Como Claretianas, hemos sido llamadas a juntar la acción con la contemplación. Nuestra actividad misionera brota de un encuentro diario con el Señor en la oración. Nuestra misión se apoya en la vida de comunidad. La Madre Antonia, basándose en el ejemplo de la comunidad primitiva, recordaba a sus hermanas: "La caridad nos hace una sola familia con un sólo corazón."

Desde los comienzos del Instituto, la virgen María ha sido madre, amiga y modelo para la Misionera Claretiana. Tenemos como patrona a María bajo el misterio de la Inmaculada Concepción. Este misterio nos impulsa a luchar contra el mal en cualquiera de sus formas y nos abre al gozo y la esperanza. María, la mujer que está totalmente abierta al Espíritu, encarna la Palabra y la comparte, es nuestro modelo de evangelizadora.

El Blanco y Fin (escrito por Antonia Paris) recoge nuestro estilo de vida, misión, inquietudes...

“Nuestro principal fin es trabajar intensamente en el Señor, viviendo con autenticidad el Evangelio y cumpliendo con radicalidad los consejos evangélicos de pobreza, obediencia y castidad.

 Y, a imitación de los Apóstoles, trabajar hasta morir en enseñar la Buena Noticia a todos los pueblos.

Nuestra forma y manera de vida pide que las personas que quisieran pertenecer a nuestra familia: no tengan más riqueza que Cristo mismo, cuyas pisadas han de seguir siempre han de vivir olvidadas de sí y abiertas a los hermanos, y se deben esmerar en ser fieles a Dios, aún en medio de las dificultades apostólicas, actuando con paciencia, bondad, amor sincero, apoyadas en la palabra de la verdad y en la fuerza de Dios.

Procuren enseñar y hacer fácil a los otros este mismo camino, sin utilizar más armas que las de la justicia y el ejemplo, tanto en los momentos de gozo como en los de dolor; en los fáciles como en los difíciles, buscando siempre y por todos los medios la santificación de las personas que están consagradas al servicio de Dios y la conversión de todo el mundo.

Todo ello para gloria de Dios y de María.”