Nacimos en la Iglesia en el año 1855, en Santiago de Cuba. Nuestros fundadores son San Antonio Maria Claret y la Venerable María Antonia París. Conocer sus vidas nos permitirá comprender mejor su herencia espiritual que sigue viva y actual en nuestro mundo de hoy.
MARIA ANTONIA PARIS
Llamada de Dios
María Antonia París nació el 28 de Junio de 1813 en un pueblo de España llamado Valmoll, localizado cerca de la costa nordeste del mediterráneo. Allí se había refugiado su madre huyendo del ataque de las tropas napoleónicas (francesas). Su padre era agricultor y muere 3 meses antes que ella naciera. Su madre procuró ofrecer a sus dos hijas (Teresa y Antonia) una buena educación en un ambiente familiar cristiano.
A bastante temprana edad, Antonia se siente atraída a la oración. Cuando tiene 13 ó 14 años, queda impresionada por una misión que predican los Padres Franciscanos y desde entonces siente el deseo de dedicar su vida a Dios.
En generosa apertura al plan de Dios para ella, María Antonia siente que Dios la llama a consagrar toda su vida a su servicio. El 23 de Octubre de 1841, entra como Postulante a la Compañía de María, una comunidad dedicada a la oración y la educación. Durante este tiempo la Iglesia de España sufre grandes persecuciones por parte de los gobiernos, que entre otras cosas, han prohibido a las órdenes religiosas admitir novicias. Esta es la razón por la cual, Antonia tendrá que permanecer como Postulante por 9 años. Finalmente el 21 de abril de 1850, recibe un permiso especial para iniciar el Noviciado. Pero Dios tiene otros planes para ella.
Fundadora de una Nueva Orden
Desde 1842, mientras Antonia aún era Postulante, el Señor comenzó a mostrarle unos horizontes totalmente nuevos. Ella había rogado constantemente a Dios por la situación de persecución que sufría la Iglesia de España en aquel momento. El Señor le sorprende dándole a comprender que la causa última de estos problemas no reside en los gobiernos, sino en la falta de fidelidad al Evangelio por parte de la Iglesia. Dios quería que la Iglesia y la órdenes religiosas regresaran a la vida evangélica de los Apóstoles. Si los gobiernos se oponían a la Iglesia, era porque deseaban el poder y las posesiones que la Iglesia había acumulado a lo largo de los siglos.
Después de esta revelación y con el deseo de vivir el Evangelio hasta las últimas consecuencias, le pregunta al Señor: "¿Cómo será ésto?" El Señor le responde:"Una Orden nueva quiero, pero no nueva en la doctrina, sino en la práctica." Ante semejante empresa, Antonia siente su pequeñez, pero el Señor le guía hacia la persona que le dará la mano: Antonio Maria Claret, un sacerdote misionero bien conocido en el norte de España. Recientemente ha fundado una congregación de misioneros con una finalidad similar: Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, más conocidos hoy como Claretianos.
Después de unos meses de doloroso discernimiento, Antonia decide dejar la Compañía de María. Claret ha partido para Cuba, nombrado Arzobispo de Santiago de Cuba y desde allí le invita a iniciar la Orden Nueva. El 22 de febrero de 1852, la Madre París abandona su tierra natal rumbo a Cuba con otras jóvenes que han decidido unirse a la aventura de cruzar el Atlántico para responder a las necesidades de este nuevo mundo. La visión misionera de Claret unida al deseo de la Madre Antonia (y de Claret) de vivir el Evangelio con toda radicalidad, convergen en una nueva forma de vida religiosa en la Iglesia.
Una Orden Nueva
Ambos fundadores ven la necesidad de renovación a todos los niveles de la Iglesia y comienzan a diseñar un plan "para restaurar la belleza de la Iglesia." Un puntal de la obra de renovación es la nueva orden cuyo fin es "trabajar con toda diligencia en cumplir hasta un ápice los consejos evangélicos y trabajar hasta morir en enseñar a toda criatura el Evangelio." Tan convencida está la Madre París de la necesidad de un movimiento de renovación, que envía a el Papa Pío IX sus apuntes sobre el Plan de Reforma de la Iglesia. Antonia, adelantándose a sus tiempos cree que la renovación tiene que estar enraizada en una vida de sencillez, alegría, vida en comunión y proclamación del Evangelio. Cien años después, el Concilio Vaticano II hablará de forma similar sobre la renovación de la Iglesia.
El 25 de agosto de 1855, nace oficialmente la nueva orden en Santiago de Cuba, como la primera orden fundada en suelo cubano, su nombre: Religiosas de María Inmaculada Misioneras Claretianas. Su primera tarea es dedicarse a la educación de la niñez, aceptando en sus aulas niñas de toda raza y condición, con una preferencia por las más pobres. Pronto, nuevas casas se abren en España y otras partes de Cuba. La Orden ha seguido creciendo hasta nuestros días. Las ansias misioneras de ambos fundadores toparon con la mentalidad de los tiempos que prácticamente limitaba la acción evangelizadora de las mujeres al campo de la educación. A medida que la sociedad y la Iglesia han ido ampliando el horizonte para la mujer, los sueños de ambos fundadores se han ido haciendo realidad.
Antonia pasó los últimos días de su vida en España, manteniendo vivo el espíritu original de pobreza y comunión fraterna en la nueva orden. Murió el 17 de enero de 1885. La Iglesia proclamó sus virtudes heroicas el 23 de diciembre de 1993. Sus restos se encuentran en la cripta de la casa en Reus, España, donde ella murió.
SAN ANTONIO MARIA CLARET
Infancia
San Antonio María Claret nació el 23 de diciembre de 1807 en Sallent, un pueblo de Cataluña, España. Era el quinto hijo de los once de Juan Claret y Josefa Clará. Su padre tenía una pequeña fábrica de telas, pero no era rico. Antonio crece en un ambiente cristiano que le lleva a una temprana profundidad en la vivencia de su fe. A los cinco años piensa en la eternidad: "siempre, siempre..." y desea evitarle la eternidad infeliz de los pecadores. "Esta misma idea es la que más me ha hecho y me hace trabajar aún, y me hará trabajar mientras viva, en la conversión de los pecadores." (Autobiografía # 9) A los once años un obispo visita su escuela y le pregunta qué quiere ser, responde sin vacilar: "sacerdote."
Tejedor
En cuanto Antonio tiene suficiente edad, comienza a trabajar en el telar de su padre. Antonio no sabe entregarse a medias a nada y pone todo su afán en perfeccionarse en el arte textil. A los 17 años su carrera promete tanto, que su padre le envía a Barcelona a estudiar. Trabaja de noche y estudia de día, como el nos dice "era un delirio lo que yo tenía por la fabricación...durante la misa me venían ideas nuevas, descubrimientos, etc. por manera que tenía más máquinas en la cabeza que santos había en el altar." (Aut. 66, 67) Se extiende la fama de su habilidad en los telares y llegan a proponerle un gran puesto en una empresa textil, sin saber por qué rehúsa la oferta. Dios le guía sin él saberlo.
Vocación
Un día en medio de la Misa recuerda haber leído las palabras del Evangelio: "de qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si finalmente pierde su alma." "Esta sentencia me causó una profunda impresión...fue para mí una saeta que me hirió el corazón." (Aut.68) Su vida cambia a partir de este momento. Busca consejo espiritual en el Padre Pablo Amigó (Orden de S. Felipe Neri) que le recomienda que empiece a estudiar latín. Quiere ser monje Cartujo, su padre se resigna a la voluntad de Dios, pero prefiere verle sacerdote secular. Le recomiendan que hable con el Obispo de Vic en su camino de regreso a Sallent. Este le convence a entrar al seminario de esa diócesis que contaba con unos 1,000 seminaristas. Tiene 21 años. Pero no abandona el sueño de ser Cartujo y después de un año en el seminario decide irse a la Cartuja de Montealegre. Por el camino le sorprende una tempestad, al correr bajo la lluvia, se da cuenta de que su salud no es buena. Esto le lleva a dudar de su vocación de Cartujo y decide regresar a Vic.
Continúa en el Seminario y el 13 de junio de 1835 recibe las órdenes sagradas. Su profunda devoción a María le lleva a tomar el nombre de María como parte de su nombre. Es nombrado asistente del pastor de Santa María de Sallent, su pueblo natal, pero este pequeño pueblo le queda chico a los anhelos apostólicos de Claret. Además, la situación política en España limita su acción misionera y con el deseo de predicar el Evangelio en tierras lejanas decide ir a Roma para ofrecerse a "Propaganda Fide" (organización que proveía misioneros a países necesitados). Sus planes cambian y opta por quedarse en el Seminario de la Compañía de Jesús, donde nuevamente la salud le obliga a regresar a España.
Misionero en Cataluña y Canarias
Establecido en la parroquia de Viladrau comienza a realizar misiones populares. Viajando a pie, con un hatillo al hombro recorre los poblados cercanos predicando incansablemente. A veces predica 7 sermones en un día y confiesa hasta 10 horas seguidas. Encomienda sus jornadas misioneras a la Virgen María. Se considera su hijo, formado por ella en la fragua de su misericordia y amor. Se siente como una saeta en manos de María (Aut. #270).
El secreto de su impacto misionero es el AMOR. "La virtud que mas necesita un misionero es el amor. Hace el amor en el que predica la divina palabra como el fuego en el fusil. Si un hombre tirara una bala con los dedos, bien poca mella haría pero si esta misma bala tira repujada con el fuego de la pólvora, mata. Así es la divina palabra. Si se dice...llena de fuego de caridad...obrará prodigios" (Aut. #438-9). La gente le busca no sólo para un alivio espiritual, sino también para sus penas físicas, ya que en ausencia de médicos aplica plantas medicinales y gana fama de milagroso por sus curaciones. A fines de 1842 es nombrado Misionero Apostólico por la Santa Sede.
En 1847, funda con D. José Caixal y D. Antonio Palau, la Librería Religiosa, proyecto clave en su visión misionera. Claret tenía un sentido muy práctico a la hora de evangelizar, consciente de que la gente cuenta con poco tiempo para leer, se dedicó a escribir hojas volantes y folletos. En el mismo año que se inaugura el tranvía en España, Claret publica hojas para leer en el viaje. No perdía oportunidad para evangelizar.
Ante las dificultades que encuentra para predicar en Cataluña en medio de la situación política que se vive, acepta la invitación de ir a predicar a Islas Canarias donde permanece 14 meses.
Fundador y Arzobispo de Cuba
Después de su regreso de Canarias, el 16 de julio de 1849 realiza uno de sus sueños: la fundación de una congregación religiosa bajo el título de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, para ayudarle en el trabajo misionero. Cinco sacerdotes jóvenes se le unen para lanzarse a la tarea de misionera. En esos mismos días recibe el nombramiento de Arzobispo de Cuba y con gran dolor deja la obra recién fundada.
El 6 de octubre de 1850 en la Catedral de Vic, fue consagrado Arzobispo de Santiago de Cuba. Parte para esta isla el 28 de diciembre. Tras dos meses de travesía llega a dicha Arqudiócesis que lleva 14 meses sin pastor. Su primer acto oficial fue consagrar la diócesis a la Virgen, va a El Cobre para visitar a la Imagen de la Virgen de la Caridad y poner su episcopado bajo su protección..
Casi inmediatamente detecta la gran necesidad de formación humana y cristiana de la niñez, especialmente entre los pobres y llama a la Madre París para iniciar allí la Congregación Religiosa que habían comenzado a planear en Cataluña. Claret se preocupó de la promoción integral de aquel pueblo con la creatividad que le caracterizaba. Fundó Cajas de Ahorro que hoy llamaríamos Cooperativas de Ahorro y Crédito para ayudar con préstamos a los agricultores. Creó una granja-escuela en Puerto Príncipe para la capacitación de niños pobres, pues como el decía: "el señor me ha dado un amor entrañable a los pobres." Plantó cerca de 400 árboles y experimentó con la agricultura para desarrollar nuevos métodos de cultivo. Escribe "Las delicias del campo" para promover una espiritualidad del campesinado. Visita las cárceles y hospitales. Su actividad no pasa desapercibida ante los enemigos de la fe, sus denuncias de las injusticias, del racismo, y de los abusos que ve a su alrededor, desembocan en varios atentados, hasta que en Holguín casi pierde la vida cuando un hombre se le lanza y le hiere en la mejilla. Claret reacciona con una extraordinaria alegría ante la ocasión de derramar la sangre por el Evangelio: "No puedo explicar el gozo y la alegría que sentía mi alma al ver que había logrado derramar la sangre por amor de Jesús y de María, y poder sellar con la sangre de mis venas las verdades evangélicas." (Aut. #577) En sus seis años de Arzobispo visitó tres veces todos los pueblos de su extensa diócesis que entonces comprendía Oriente y Camagüey. En sus dos primeros años confirmó a 100,000 personas y casó 9,000 parejas que vivían en concubinato
Confesor de la Reina
En marzo de 1857 recibe la noticia de que la Reina Isabel II le ha elegido como confesor. Queda desconcertado, rechaza la vida de la corte...pero obedece. Le pide a la Reina tres cosas: no tener que vivir en palacio, no tener que esperar en antesala para las audiencias y sobre todo, libertad para poder desarrollar tareas evangelizadoras y misioneras. Aprovecha los viajes de la Reina para predicar en diferentes pueblos, pero no acepta viajar en la carroza de la Reina. Desde su nueva posición procura denunciar proféticamente cualquier decisión gubernamental que fuera en contra de los intereses de la Iglesia. En una época en que los reyes elegían a los obispos, Claret influye para que se elijan obispos santos a ocupar las diócesis vacantes. Durante su estancia en Madrid sufrió nuevos atentados y sobre todo fue víctima de horribles calumnias. Claret callaba y crecía en profundidad su confianza en Dios. Así pasó once largos años, hasta que en 1868 estalló una revolución que obligó a la Reina y sus acompañantes a huir a Francia. Claret con sus 60 años aprovecha el momento para predicar en París. Continúa atendiendo a la reina y sus familiares hasta que decide irse a Roma. Se hospeda en el convento de los Mercedarios en el Foro Romano. Pío IX le recibe en audiencia.
Concilio Vaticano I
El 8 de diciembre de 1869 comenzó en Roma el Concilio Vaticano I. Claret es uno de los 700 obispos de todo el mundo reunidos en Concilio. Allí deja su huella al tratarse el tema de la infabilidad papal, verdad que defiende con vehemencia y por fin llega a constituirse en dogma de fe para todos los Católicos. La ambiciosa agenda del Concilio queda a medias al estallar la revolución italiana.
Últimos días en el Destierro
Claret marcha a Prades, Francia para unirse a sus misioneros que también han huido de España por la guerra. Su salud se ha deteriorado, pero le siguen persiguiendo. Al llegarle noticia de que le buscan, tiene que refugiarse en la abadía de los Monjes Cistercienses de Fontfroide (Francia). Escribe su última carta a sus misioneros: "Yo no les puedo ser útil...por el contrario...Yo soy como un prófugo...como uno que se esconde de la justicia, y lo peor, no sabemos cuanto durará.." Allí en el monasterio, acompañado de los PP. José Xifré y Jaime Clotet confundadores de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado corazón de María expresa su deseo de que sobre su tumba se grave el siguiente epitafio: "Amé la justicia, aborrecí la iniquidad, por eso muero en el destierro." Recibe los últimos sacramentos y hace la profesión religiosa como Hijo del Corazón de María en manos del superior general, P. Xifré. El 24 de octubre de 1870 con 62 años, regresa a la casa del Padre tras una agonía prolongada.
Los restos de San Antonio Ma. Claret hoy se veneran en la Iglesia de los Padres Claretianos en Vic. En 1934 fue beatificado y en 1950 canonizado por e1 Papa Pío XII.